domingo, 30 de agosto de 2015

UNA MUJER DE CARNE Y HUESO

La muerte es algo que le asusta, algo a lo que le tiene miedo y hace que de sus ojos broten lágrimas llenas de dolor, sin embargo lo más raro es que en muchas ocasiones la ha deseado, a veces hasta ha pensado seriamente en hacer que con sus propias manos llegue, que cierre su ciclo y, “de una buena vez” la deje descansar en paz.

Eso era lo que sentía hace unos años atrás, cuando en su vida solo existía el dolor y no porque tuviera una mala vida en su familia, sino por tantas cosas en las que había caído, cosas que la llevaban en su momento a mundos perfectos, de espléndido color y de frenética felicidad, una que se esfumaba apenas el efecto pasaba. 

Tenia 17 años cuando entendió que era diferente a las demás chicas que conocía, su gusto por los hombres  era una regla que debía tener como pilar en su vida, pero su razón sabía que esa no era su realidad, dentro, muy dentro algo cambió o mejor "salió a relucir" en su corazón. De pequeña siempre jugaba con niños, le encantaba el fútbol, jugaba carritos. lucha libre, montaba bicicleta y jugaba nintendo, por nada del mundo le gustaban las barbies o cualquier tipo de muñeca, las descabezaba y terminaban en la basura junto con su pensamiento de niña. 

A sus dieciocho años conoció la primera mujer, una que le abriría las puertas a lo que consideró "un verdadero infierno". Se dejó llevar por sus sentidos y se envolvió en el mundo que sin pensarlo sería su nueva forma de vida, su estilo de vestir empezó a cambiar, ya no usaba pantalones ajustados o faldas, siempre llevaba jean y un par de tenis que no la desamparaban, ni siquiera hoy en día; empezó a salir más y creyó que con esa mujer tenía todo, ella la llevó a conocer algo que marcaría su vida para siempre. 

Isabel Pinilla, dejó su universidad y se dedicó a salir de parranda cada ocho días, empleaba todo el dinero de su trabajo en fiestas, licor y drogas, era la más bonita de su grupo y por tanto la que más mujeres "levantaba", se creía la diosa de su pequeño mundo, uno al que entró cuando aquella chica que conoció por primera vez la dejara con una adicción y un sin sabor de abandono al no brindarle el cariño que Isabel si le daba sinceramente. 

No fue fácil para ella superar su condición y mucho menos enfrentar la opinión de su familia, su mamá la rechazó de inmediato, la repudió, le dijo que eso jamás podría permitirlo dentro de su hogar, su padre, por el contrario, aquel que ella creía un machista, le dio todo su apoyo y se limitó a decirle con una profunda tristeza "Usted es mi hija y jamás dejara de serlo, tiene mi apoyo al doscientos por ciento". 

A Isabel le tocó sufrir el desprecio de su madre por cuatro largos meses, el rechazo de su hermana por mas de dos años y el señalamiento constante del resto de su familia, además de las burlas en  la calle cada que seguía sus instintos y se revelaba ante el estereotipo femenino. Ella cada noche lloraba, su mundo se había derrumbado, se sentía una carga para todos, la decepción mas grande que existía, esa hija que no nació como ellos esperaban, una que no era la perfección que buscaban, una que sencillamente no encajaba en su acomodada vida.

Se le volvió costumbre consumir, pasaba de un pase de perico a dos o tal vez tres diarios, ya no podía vivir sin el, era su acompañante fiel, su olvido a los problemas y su comienzo a una rebeldía social que no controlaba. Cada día estaba mas deteriorada, su tez blanca y ojerosa denotaban que algo pasaba, duraba días en la calle, amaneciendo en parques, mientras el sol le pegaba en su rostro y veía en los rayos la decadencia a la había llegado. 

"Eran las seis de la mañana, cuando llegué a mi casa, mi mamá estaba de rodillas frente a su cama, lloraba, lo pude notar cuando entré, me miró y me dijo: ¿hija ya comiste?, y yo solo esperaba que me pegara, eso lo habría deseado más antes que me tratara tan bien, porque me sentí la peor escoria de la vida, ahí sentí con mas ganas que no debía vivir. Me encerré en mi cuarto y solo pude desearme la muerte una y otra vez, lloré todo el día, casi hasta que mis lagrimas desaparecieran, ese día me prometí que sino cambiaba entonces me mataba."

Dejó de salir casi un año, Isabel desapareció del mundo, de ese en el que tenia amigos por conveniencia, en el que solo la droga podía sacarla de la realidad, de ese en el que solo se hundía cada vez mas. 

Hoy, Isabel Pinilla, es una persona que sigue asumiendo su papel en la sociedad, libre de drogas y licor, aprendió que su condición de homosexual no la hace menos persona pero que el vicio y las fiestas sin limite sí son un problema para ser mejor, ella ahora enfrenta a la sociedad con respeto, aprendiendo a quererse ella misma y dando el ejemplo a su familia, sigue siendo la misma niña que criaron, que amaron, esa con ideales y metas, esa que aunque le guste su mismo sexo sigue siendo una mujer de carne y hueso. 


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