Eran las 4 cuatro de la tarde,
cuando decidió decirle a su familia lo que ya le preocupaba hace un par de
semanas, sentados en el restaurante, ese miércoles por la tarde, Sebastián y su
novia, Marcela, se disponían a dar una noticia, una que no esperaban a su corta
edad.
Era su primera vez y usaron el
condón como habían visto en la televisión, como su amigo le enseño, como lo
intuyó, no se explica que pudo pasar, solo que el destino le jugó una mala
pasada. Todos en la mesa se pusieron a llorar, no podían creer que su hijo,
hermano, nuera y cuñada tuvieran que ser papás a sus escasos 18 y 17 años.
En Colombia, una de cada cinco
jóvenes entre los 15 y 19 años es madre o está embarazada, según lo indica el
ICBF (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar), en promedio cada año nacen
159.000 hijos de madres y padres adolescentes. Sebastián y Marcela ya hacían
parte de esta significante cifra, su hijo quien tenía 3 meses de gestación
estaba sintiendo ya la presión de su joven madre y el desespero de su padre quien
no sabía qué hacer.
Recién graduados del colegio y
en primer semestre de la universidad, se sentían desesperados, “¿Que iba hacer?
¿En qué iba a trabajar? ¿Sería buen papá? Todas esas eran mis preguntas, las
que me pasaban por la cabeza, es que no me lo esperaba, sentí mucho miedo, pero
aun así no podía dejar de responder por ese niño que venía en camino”
La familia de Marcela le dio
la espalda, les tocó vivir el rechazo, a ella la echaron de la casa y como todo
un hombre Sebastián la recibió con su familia, que gracias a Dios siempre lo apoyaron, ahí empezaron a vivir
una vida de adultos siendo aún unos niños. Sufrieron los juzgamientos de la
sociedad, una joven de tan solo 17 años y embarazada sigue siendo un tabú, y un
joven con cara de niño yendo al supermercado para comprar pañales y todos los
menesteres de un bebé, se veía preocupante para los demás.
Sin importar las adversidades,
Juan Jacobo siguió creciendo, fuerte y sano, le daba muchos dolores a su
mamita, pero a la vez le decía a través de ellos cuanto la quería, Sebastián
después de mucho luchar logró ubicarse en un banco y tomar las riendas del
hogar, se retiraron de la universidad y se dedicaron a ese niño que venía en
camino, a prepararse para ser papas.
“ser padre adolescente no es fácil,
me toco dejar lo que me gustaba para empezar a cumplir con obligaciones de un
hogar, me madure viche como dicen por ahí, las cosas de jóvenes no las hago,
hasta creo que me entiendo mejor con los adultos que con los pelaos de la misma
edad mía, yo no me arrepiento de nada, me tocó dejar una vida normal de joven,
pero ver a mi hijo sonreír hoy en día, es la satisfacción más grande a mis
sacrificios, solo quiero darle lo mejor y que él sepa que su papa jamás lo
dejó”