Estaba cayendo la noche cuando
entre a mi Facebook y vi la solicitud de amistad, pensé en rechazar pero luego
sin seguir di clic en aceptar, hola, fue lo primero que me escribió, yo
respondí sin dudar, era evidente que ya me había atrapado.
Pasaron los minutos y seguimos
conversando, su forma de escribir me había cautivado, no habían pasado ni 10
minutos y ya me sentía absorta en su mundo, en su forma de escribir, de
expresarse a través de algo tan banal como esta red social, no paraba de ver
sus fotos, cada una sin parpadear, simplemente caí de cabeza en esa magia que
me regaló su imagen y esos escasos minutos de conversación.
Enero de 2011, no recuerdo el
día, ni la hora, solo que a mi vida ese mes llegó la luz que necesitaba, la
sonrisa que anhelaba, la mirada que esperaba; algo que surgió de la nada, de
una simple invitación, de una red social, de un hola y un pequeño diálogo. Así
empezó esto, una aventura que no vi venir, un sube y baja de emociones que
jamás creí sentir, una enorme ilusión llena de expectativas, anhelos, sueños,
alegrías y algunas tristezas.
¿Cómo empezar por describir algo
que se ve tan sencillo pero a la vez es tan complejo? eso que nos emociona
hasta las venas y enloquece los sentidos, que nos coloca colorados al tener a
quien nos gusta de frente, eso que nos compromete fielmente a llevar el
romanticismo como maleta permanente de por si acasos, ¿cómo darles un perfil de algo que me
apasiona y me sumerge en mi imaginación dándome lo mejor para escribir?
Empezaré desde mi experiencia, y
es que no creía que un sentimiento tan verdadero pudiera existir, ni siquiera la presencia de ese ángel que llamamos cupido, pensé que tan solo eran teorías
absurdas e infantiles para sobrellevar ciertos fracasos con diferentes
personas, pensaba que solo era una excusa para apegarse a alguien y ser un
mortal más.
Pues no, estaba equivocada, sí, existe y más que existir, se vive, es como un bebé al que hay que cuidar, al
que hay que darle tetero cada mañana, cada tarde y cada noche para que no
muera de hambre, para que se nutra de las mejores vitaminas, para que
sobreviva. Tal cual, así es el amor, un sentimiento que no se puede descuidar,
al que hay que llenarlo de detalles, de motivos, de alegrías, de momentos,
incluso de tristezas porque de estas aprendemos.
Es algo inimaginable, una nube
abstracta cargada de cosas bonitas, de sueños en conjunto, de proyectos
fijados, de alegría infinita, de ternura y delicadeza, de nobleza al límite, de
aprendizaje eterno, con el amor se entiende que el orgullo no es bueno, que los
celos en exceso matan, que la falta de detalles, de una rosa, de un chocolate,
de un buenos días acaban con la pasión de sentirlo en el corazón.
Es sentir en tus piernas ese
temblor absurdo cuando tienes de frente a esa persona, es sudar porque no sabes
cómo decirle que amas como nadie, es sentir ese malestar en el estómago cuando
tienes una sorpresa para dar, es correr porque necesita algo, así sea solo un
helado, es llenarte de valentía para enfrentar las personas que quieran
dañarles, es conocerte a ti mismo, porque saca lo mejor de tu ser, es esa bella
enfermedad que recubre tu cuerpo de sensaciones y pone a tu alma a volar, tan
libre como siempre quisiste.
El amor es tan bueno, que cuando
lo pierdes sufres, porque sabes lo que vale, lo que hizo por ti, lo que es
capaz de hacer en tu vida, es tan perfecto, que cuando te levantas cada mañana
el sol siempre brilla, aun si está con nubes de lluvia, el amor es todo lo que
puedes esperar sentir cuando encuentras la persona ideal, la que con una
sonrisa alegra tus días, la que con una llamada acelera tu corazón, aquella que
con solo cogerte la mano hace que sientas el mundo a tus pies.
El amor es eso que experimentas y
al que debes sacarle lo mejor cuando llega, porque de él aprendes todo el tiempo, es capaz de llevarte al límite de las emociones, y es ahí, justo ahí, cuando naces otra vez.
El amor es lo que hoy siento en
mi vida, lo que me sorprende en las mañanas con un nuevo amanecer, lo que me
regala en las noches un sueño placentero, lo que me desborda en cada
sentimiento, lo que hoy, desde aquel enero, he cultivado por casi cuatro años, a pesar de los bajones, de los
tropiezos, de las lágrimas, de las distancias, es algo por lo que sigo luchando y por lo que me sigo inspirando, pues éste es el don más bello que Dios nos regaló.
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