martes, 6 de octubre de 2015

UN PAÍS, UNA CIUDAD, UN AMOR.

Era miércoles en la noche, la ansiedad agarraba sus ganas, por fin conocería un paisaje más de Colombia, su tierra querida, esa que quiere recorrer en todas sus extremidades, esa de la que se han olvidado.

Al lado de su novia, viviría la mágica ciudad de Cartagena, llena de cultura y noches de encanto. Eran las 5:00 de la mañana del jueves, se preparaban para levantarse dispuestos a vivir una semana surreal en la que se extasiarían con la belleza que prometía esta ciudad.

Comenzó el viaje, esa aventura que juntos decidieron vivir, esa que llegaría a sus memorias cada noviembre que prendan el televisor y estén en el reinado de belleza, esa que los uniría con su país y con su amor.  Llegaron al aeropuerto agarrados de la mano se dispusieron a subir al avión, el vuelo era el 1020 de Avianca, temblando y con ganas de no mirar atrás, dispuestos a conocer, emprendieron este maravilloso viaje.

11:05 de la mañana marcaba el reloj, sintieron un ambiente muy diferente al de su ciudad natal, Cali, ahí en cambio era un clima húmedo, pesado para su cuerpo pero fantástico para su mente, salieron del Aeropuerto Internacional Rafael Nuñez, era un día bastante soleado y con el ambiente propicio para las ganas que llevaban, subieron al primer taxi que lograron detener y cogieron rumbo al hotel que habían reservado, Hotel San Roque.

Habitación 205 llamada las damitas, fue la que les dispusieron para su estadía durante los 5 días, un amable botones los atendió y les indicó los paseos que podrían contratar, además les mostro por dónde podrían caminar para conocer la Ciudad, ya que se encontraban en pleno centro histórico y ahí no valía la pena usar transporte, solo unas buenas “chanclas” y ganas de pasear.

Parecía increíble la estructura de sus casas, se sorprendían cada vez más al pasar las calles, no podían creer que estuvieran disfrutando de un paisaje como ese, calles antiguas y conservadas, que nada tenían que ver con la nueva creación de tecnología, ahí se demostraban que aunque todo crezca y mejore, el pasado de una sociedad siempre será ese recuerdo hermoso que no podemos olvidar.  
Primera parada de aquella tarde en la ciudad, el Castillo San Felipe, ubicado sobre un cerro llamado San Lázaro, patrimonio de la humanidad, una hermosa edificación, llena de cultura y personalidad, mostraba la belleza del pasado, de las fuertes guerras, esas que dieron paso a la civilización, esas que aunque hoy en día siguen, antes era por una buena causa.

Caminando bajo el ardiente sol llegaron al monumento de los zapatos viejos, localizado justamente detrás del Castillo San Felipe, obra escultural a uno de los poetas más grandes de la ciudad, Luis Carlos López. Para ellos era simplemente increíble estar conociendo tanto de una Ciudad que solo admiraban por revistas.


Ya eran las 6:00 de la tarde cuando empezó a caer el sol, no podían desperdiciar esa vista juntos y en el sitio más romántico para observarlo: la playa. Ahí sentados, uno al otro, mientras el sol poco a poco se desvanecía, entendieron que ese era solo el comienzo de aquella travesía, una llena de sorpresas, de conocimiento y de cultura, una de la cual no perderían detalle y la cual tatuarían en su rostro a través de sus ojos y las memorias de imágenes únicas petrificadas para siempre en su corazón cien por ciento colombiano. 

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