“A la primera señal del amanecer me
excitaba. Obligaba a la niña a tener sexo conmigo y ponía mis manos alrededor
de su garganta. Cuando el sol salía la estrangulaba. Solo era bueno si podía
ver sus ojos. […] Nunca maté a nadie de noche. Habría sido un desperdicio en la
oscuridad, tenía que verlas a la luz del día. Había un momento divino
cuando ponía mis manos alrededor del cuello de las niñas y observaba cómo se
iba apagando la luz de sus ojos”
En Colombia
el maltrato infantil es tan aterrador que por este mismo hecho dejamos que pase
desapercibido hasta el punto que se convierte en pan de cada día para una
sociedad costumbrista y conformista.
En nuestro
país las víctimas no son atendidas a tiempo, no son escuchadas y por esta razón
muchos prefieren callar y llevar dentro de sus almas esa condena con la que
cargarán el resto de sus vidas, niños y niñas inocentes que se vuelven presa
fácil para predadores como el caso de Pedro Alonso López, un asesino y violador
en serie a quien también desde muy pequeño su cuerpo sirvió de entretenimiento
a muchos adultos y pedófilos sin escrúpulos.
A sus
cortos ocho años de edad, Pedro Alonso López sufría la infamia de las calles,
la vida desmoralizante y macabra que éstas ofrecen, esa en donde sobrevivir era
cuestión de ser el más fuerte. Creció en extrema pobreza en el departamento del
Tolima, con una familia donde el padre no existía y la madre se prostituía delante
de sus hijos y además maltrataba, desarrollando así en su personalidad un gusto
por el sexo y la mala vida, orientación que lo llevó a ser expulsado de su
hogar por manosear los senos de la más pequeña de sus hermanas.
En
Colombia entre el 7 y el 8% de los niños son víctimas recurrentes de maltrato
infantil; en Estados Unidos esa cifra está entre el 1 y el 2%. A diario el
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) recibe alrededor de 45 casos
de menores maltratados. Estas cifras son espeluznantes si se tiene en cuenta
que muchas de estos casos no son denunciados y por el contrario estos niños
ultrajados crean en su interior un trauma que, a corto o mediano plazo, podrían
desembocar en un delincuente peligroso para la humanidad.
El
Monstruo de los Andes como fue llamado por la ruta en particular que usó para
escoger a sus víctimas, tenía en sus entrañas un ser malvado y lleno de odio,
uno que solo podía destilar venganza por su piel, al que su mente maltrecha y
con traumas dominaba por completo, un ser que solo podría llegar a ser detenido
con la muerte.
Ecuador,
Perú y por supuesto Colombia, sufrieron la atemorizante presencia de este
hombre que se hacía pasar por méndigo y caminaba las calles inadvertido por los
demás pero con una sed incansable de asechar jóvenes inocentes y de escasos
recursos a las que les truncaría sus sueños y, sobre todo, el deseo de vivir.
Numerosos
fueron los asesinatos que este hombre cometió en su larga y agitada carrera
criminal, parecía no cansarse de hacerlo, su corazón dañado y su mente distorsionada
por su pasado eran el aliciente más poderoso que tenía, y aunque cayó preso en
repetidas ocasiones, siempre lograba quedar en libertad, listo para seguir sus
andanzas y seguir saciando ese deseo de venganza.
Pero, ¿Por
qué castigar los demás cuando por el contrario debería sentir compasión por
aquellos inocentes y no hacerles sufrir lo mismo?
La
directora ejecutiva de la Asociación Afecto, y médica psiquiatra con una larga
trayectoria en el tema de maltrato infantil, Isabel Cuadros, hace énfasis en
que la falta de atención a los menores que han sido maltratados o abusados en
un futuro serán una enorme carga no solo para el sector de la salud sino para
todo aquel que se les cruce en el camino pues tendrán que enfrentarse a
pacientes y personas con profundos trastornos mentales; como es el caso del
Monstruo de los Andes.
Pedro
Alonso encontraba en las niñas que violaba y posteriormente mataba, una sensación
de calma al desahogar con ellas ese sentimiento de tristeza y dolor al recordar
esa inocencia que injustamente le fue robada, Él veía en ellas una manera de
desquitarse de sus agresores, además, representaban esa figura femenina que
tanto le hizo daño, en este caso por el maltrato que recibía de su madre.
Para la
Doctora Cuadros “Colombia es un país de personas traumatizadas” por la violencia
de género, el conflicto armado, el abuso sexual, el maltrato infantil, porque simplemente
no se está teniendo en cuenta de una manera seria a las víctimas, y lo que es
peor que estas en su mayoría sean niños.
“Un niño
que haya sido víctima de violencia doméstica tiene ocho veces más
probabilidades de sufrir violencia doméstica cuando sea adulto”.
Pedro
Alonso López fue uno de los tantos que no fue escuchado, que creció con
temores, con una llaga que quemaba su corazón y cansado de esta injusticia fue
construyendo poco a poco y sin pensarlo, un hombre dominante, manipulador, malvado,
lleno de rencor hacia una sociedad que solo supo rechazarlo, el destino no le
jugó la mejor partida, y este constante abuso lo llevó a ser el causante de más
de 300 muertes, niñas entre los 8 y 16 años a quienes violaba y mataba sin
piedad, sintiendo de manera exacerbada ese sufrimiento que terminaría en placer
al lograr ver ese anhelado rayo de luz a través de los ojos desvanecidos de un
cuerpo sin vida.
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