lunes, 12 de octubre de 2015

ELLAS VS ELLAS, UN PARTIDO PARA LA SOCIEDAD.

Eran las 10 de la mañana, hora justa para empezar el juego, dos equipos, un ganador. El primero vestía camisetas negras, mientras el segundo vestía de blanco, así era como lo habían estipulado antes de ingresar al terreno de juego, eran once amigas ahora rivales por el espectáculo del gol.

Comienzan las blancas, su delantera Tatiana toca el balón a su compañera Johana, mientras las demás se acomodaban para recibir el balón. Angie del equipo negro, sale corriendo para el contra ataque, pero con tan mala suerte que el balón ya no estaba en poder de su oponente, la jugadora del equipo blanco había resultado ser más hábil al pensar en rodar el balón antes de ser atacada.  

No era un juego de millones, no iban a ganar nada, solo estaban ahí, para hacer deporte, para emocionarse con sus jugadas, para celebrar que ellas también podían ser parte de la sociedad “normal”.

Transcurrían  los minutos y ambos equipos daban la pelea, parecían jugando un campeonato de la profesional, la gente alrededor se acercaba a verlas, muchos criticaban, murmuraban y daban media vuelta con un gesto de desaprobación, otros, por el contrario, se animaban, y aunque con cierto recelo por ser mujeres, compraban una cerveza y se disponían a ver estas chicas de diferente aspecto a jugar el fútbol como los expertos.

Eran ya las 10:30 de la mañana, no habían goles pero aún quedaba tiempo, las chicas de uniforme blanco tenían el balón, Luisa corría con éste a través de la cancha, iba por el lado izquierdo, viene su oponente, la intenta marcar, pero Luisa, hábil con la pelota, saca un enganche y sigue derecho, alza la mirada y logra ver a su compañera de equipo bien posicionada, pasa el balón y en una media vuelta, Tatiana, logra la primera anotación.

Los asistentes al partido gritan saltan y como en una copa mundial, celebran sin parar, los incrédulos y déspotas dibujan una pequeña sonrisa, intentándola disimular con comentarios ofensivos o de burla hacia lo que suceda, pero a pesar de esto la fiebre se contagiaba, todo el equipo blanco brinca sobre Tatiana, la delantera que marcó este primer gol, y la tumban en el césped falso de aquella cancha sintética, mientras ella en un intento por escapar de la montonera, solo se empieza a reír.

Medio campo y otra vez están listas para empezar. 10:45 de la mañana, bajo un sol que encandecía la mirada, esta vez son las del equipo negro quienes comienzan el juego, Lorena toca el balón a su compañera e intenta adelantar marca para recibirlo de nuevo, una barrera intentaban hacer mediante el toque, pero se vio interrumpida cuando la defensa de las blancas, muy atenta a la jugada, intercedió el esfero y cortó toda posibilidad de llegada de su oponente.

Seguía el paso del tiempo y ya se notaban cansadas, llevaban una hora y quince minutos jugando sin descanso, algunas habían arrimado a las mallas a pedir un poco de agua mientras el resto seguía la disputa por el balón, faltaban quince minutos para cumplirse lo debido en esa pequeña cancha del barrio San Luis que habían conseguido prestada, el dueño ya estaba rondando con mala cara para darle fin a ese momento lleno de alegría que las 11 mujeres disfrutaban.

Andrea, jugadora del equipo negro levanta la mano, está en el piso cogiéndose la canilla derecha, parece una lesión, todas, tanto el equipo blanco como el negro, se acercan a ver que sucedió, Ella levanta la mirada y con un gesto de gracia en su cara, saca una bolsa de agua de su espalda y moja a todas las demás, mientras dice, riéndose, “ya que, ya perdimos, acabemos esto y vamos a seguir disfrutando de nuestra compañía pero con cerveza en mano”.

Once jugadoras, once mujeres, once amigas, fueron las que esa mañana de domingo decidieron enfrentar al mundo jugando un partido de fútbol con todas las agallas y el ánimo puesto, mostrando a la sociedad que las juzga que no se necesita ser hombre para disfrutar de un buen compromiso deportivo.

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